sábado, 5 de noviembre de 2011

Simeón Eremiev: los superdotados también creen en Dios



Protestantedigital

Simeón Eremiev hizo la selectividad con 15 años y entró en la Universidad del País Vasco con 16. Ahora tiene 18 y está en tercer curso de Medicina en la UPV, con un expediente sobresaliente. Allí se prepara para ser investigador, neurocirujano o uno de esos especialistas que son capaces de diagnosticar una extraña enfermedad. “Mi inteligencia es un regalo del cielo, no es algo de lo que deba presumir. Debe servir para ayudar a la sociedad, a la gente”, comenta humilde.

Este joven superdotado está desarrollando su potencial gracias al apoyo de su familia y sus profesores, que lucharon para que pudiese avanzar varios cursos. Sus padres, Eremia y Nadia, son búlgaros, cristianos evangélicos, y se congregan en San Sebastián. Una fe que también han transmitido a su hijo Simeón, que se bautizó hace un par de años en la iglesia evangélica de León. Allí le recuerda el que fue su pastor, Manuel Corral, con afecto. "Tuvimos una relación muy estrecha con la familia mientras asistían a esta iglesia y vivían en la ciudad. Simeón quiso volver para bautizarse en León, aunque ya residía junto con sus padres en San Sebastián".

De un plumazo a Simeón le saltaron dos años académicos: de segundo a cuarto de la ESO y de ahí, al último curso de Bachillerato. Ha sido el primer alumno vasco al que se le ha acelerado la escolarización en esa etapa previa a la Universidad. También es el primer estudiante de la comunidad que se matricula en una carrera dos años antes de la edad fijada.

UNA INTELIGENCIA EXCEPCIONAL
“Sacaba buenas notas, sobresalientes, pero tampoco era consciente de que tuviera una inteligencia especial. Me he considerado siempre un chico normal. Nunca pensé 'no soy como los demás'. Ni siquiera me aburría en clase. Sí que me intereso mucho por algunos temas, sobre todo tengo una gran curiosidad por las Ciencias, y profundizo, me informo, investigo por mi cuenta”, relata el joven, que vive en una residencia universitaria en Deusto, toca la guitarra y es un gran lector.

Los que sí se dieron cuenta de que era un niño con una inteligencia excepcional fueron sus profesores del instituto de Mutriku. “Por las aulas pasan muchos alumnos de sobresaliente, pero en él vimos algo especial. Nos llamó la atención sus lecturas: con 12 años leía libros como 'El origen de las especies', de Darwin, y tenía una madurez y una templanza que no son habituales. Pero él no hacía alarde de sus capacidades y se dedicaba a ayudar a los compañeros con dificultades”, explican desde el centro guipuzcoano.

El test de inteligencia al que le sometieron demostró que era un chico superdotado, con un altísimo cociente intelectual (que Simeón no quiere desvelar “Nunca me ha interesado saberlo. ¿Para qué? Me ha pasado a mí, es una suerte y solo puedo dar gracias por ello”, reflexiona con madurez en El Correo). Desde ese momento, el director y la orientadora del instituto se volcaron en buscar la mejor forma de que no se desperdiciaran sus capacidades. Finalmente optaron por que completara la ESO y el Bachillerato en dos años menos.

SIN PROBLEMAS DE ADAPTACIÓN
“Fue una suerte poder avanzar tan rápido”, cuenta. En muy pocas ocasiones los responsables educativos deciden acortar la escolarización de un alumno ya que el niño se ve obligado a convivir con chavales mayores, se aleja de sus amigos, y corre el riesgo de sufrir problemas emocionales, según los expertos. En la actualidad tan solo 36 estudiantes vascos tienen reducido su período de escolarización y otra media docena ha entrado un año antes en Primaria.

A Simeón no le provocó trauma alguno. “Mis compañeros me trataban muy bien, me relacionaba con ellos sin problemas y también mantuve a los amigos de siempre. Me adapto bien a los cambios”, comenta. A pesar de completar los dos cursos de Bachillerato en un año, sacó una media de sobresaliente en la selectividad.

“Pensé en estudiar Física porque me apasiona todo lo relacionado con el origen del universo, el cosmos, comprender el mundo que me rodea… pero finalmente opté por la Medicina”, explica. Ha decidido mantener la Física como hobby y dedicarse a una profesión “en la que pueda ayudar de una forma más directa a las personas”.

Ahora es un alumno brillante de la Facultad de Medicina y está totalmente integrado en su curso a pesar de su juventud. “He hecho buenos amigos en la facultad y en la residencia. Cuando estaba en el primer año mis compañeros me decían en broma: “Tú no mires, que eres menor”, recuerda divertido.

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